Dieta de Montignac
Michel Montignac cambió las dietas de toda la vida y rechazó el método tradicional
de adelgazamiento hipocalórico. Con su sistema según señala, no se pasa hambre,
sino que solo se prescinde de ciertos alimentos que fomentan el aumento de peso.
La Dieta de Montignac se fundamenta en el índice glucémico de los alimentos que se
consumen, más que en su contenido calórico (energético), que no se considera
clave. Es decir que la elección de los alimentos al establecer un régimen de
adelgazamiento se condiciona por su contenido en glúcidos (azucares) ya que un
exceso de estas sustancias impediría al páncreas procesarlas y, por tanto, nos
provocaría un aumento de peso.
Esta dieta clasifica los alimentos en “buenos y malos”. Los buenos serían los que
provocan una liberación pobre de glucosa en sangre, entre ellos se recomiendan:
pan integral, las verduras, la fruta fresca, la soja, los cacahuetes, la mermelada sin
azúcar, las legumbres, los lácteos, el zumo natural, los cereales integrales o los
guisantes.) y los “malos”, que provocan un fuerte aumento de glucosa, como los
dulces y la bollería, el pan blanco, las harinas y cereales refinados, las patatas, la
miel, el maíz y la maltosa (presente en la cerveza), y que son productos que
deberíamos excluir de nuestro régimen si padecemos obesidad.
Esta dieta puede ocasionar ciertos efectos secundarios como la excesiva rapidez en
la pérdida de peso, deficiencia de minerales, vitaminas y fibra, aumento del ácido
úrico y del colesterol, así como mal sabor de boca. Un desequilibrio entre el aporte
excesivo de proteínas e insuficiente de hidratos de carbono puede ocasionar
descalcificación ósea y daños renales por exceso de nitrógeno. También pueden
causar fatiga y mareos por falta de hidratos de carbono, ya que la glucosa, un
sustrato deficiente en estas dietas, es la fuente de energía preferida por el
organismo. El contenido proteico de esta dieta es superior al doble de lo
recomendado (entre un 10-15% de la energía que aporta la dieta debe proceder de
las proteínas), lo que puede suponer, además de una sobrecarga renal, una
ingestión insuficiente de otros nutrientes esenciales, y se pueden aumentar los
niveles de ácido úrico y pueden provocar ataques de gota en personas con
hiperuricemia (niveles de ácido úrico alto).
Información elaborada por un grupo de trabajo del Comité Científico de AESAN
integrado por la Organización Médica Colegial (OMC), el Consejo General de
Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF), la Sociedad Española para el
Estudio de la Obesidad (SEEDO), la Sociedad Española de Endocrinología y
Nutrición (SEEN) y la Federación Española de Sociedades de Nutrición,
Alimentación y Dietética (FESNAD)
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