Dieta disociada de Hay
La Dieta Disociada o separada de Hay tuvo su inicio entre los años 1900 y 1920. Es
la “dieta milagro” más frecuentemente realizada en los últimos años.
Se basa en el fundamento de que los alimentos no contribuyen al aumento de peso
por sí mismos, sino al consumirse según determinadas combinaciones. Por esta
razón, no limita la ingestión de alimentos energéticos sino que pretenden impedir su
aprovechamiento como fuente de energía con la disociación durante la digestión en
el estómago.
Sostiene la teoría de que los hidratos de carbono no pueden ser consumidos junto
con las proteínas, ya que las proteínas se digieren en medio ácido y los hidratos de
carbono en medio alcalino. En principio, este tipo de consumo es casi imposible
porque no existen alimentos que solamente contengan proteínas o hidratos de
carbono.
En esta dieta, se prohíbe el consumo de leche, frutas, casi todas las verduras, pan,
pasta, cereales, arroz, féculas, legumbres, azúcar, dulces, etc. Sólo se pueden tomar
carnes, pescados, huevos, embutidos, algunos quesos, café, e incluso se permite la
toma de grasas, aceites, vísceras, mariscos y en algunas ocasiones alcohol.
Esta dieta carece de fundamento científico y los resultados obtenidos sólo obedecen
a un menor consumo de energía. Además, lleva fundamentalmente a una pérdida
progresiva de la motivación para ingerir alimentos, ya que cada día al paciente sólo
le está permitido la ingesta de un solo alimento, aunque en cantidades elevadas.
Por el contrario, en una dieta equilibrada los hidratos de carbono deben aportar entre
el 50 y 60% de la energía total. Así, los cereales (pan, pasta, arroz, etc.),
especialmente los integrales, las patatas y las legumbres deben constituir la base de
su alimentación y representar un tercio de los alimentos ingeridos diariamente.
La leche y los productos lácteos (queso, yogures, etc.) son una importante fuente de
proteínas de elevada calidad, lactosa, vitaminas y, principalmente, de calcio, mineral
fundamental para la formación de los huesos y dientes. Se deben consumir de 2 a 4
raciones de lácteos al día, variando según la edad y estado fisiológico (embarazo,
lactancia, etc.).
Finalmente, se debe promover el consumo diario de frutas, verduras y hortalizas
hasta alcanzar, al menos, 400 g/día. Esto es, consumir, como mínimo, cinco raciones
al día de estos alimentos.
Información elaborada por un grupo de trabajo del Comité Científico de AESAN
integrado por la Organización Médica Colegial (OMC), el Consejo General de
Colegios Oficiales de Farmacéuticos (CGCOF), la Sociedad Española para el
Estudio de la Obesidad (SEEDO), la Sociedad Española de Endocrinología y
Nutrición (SEEN) y la Federación Española de Sociedades de Nutrición,
Alimentación y Dietética (FESNAD)
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